En 2018, el Guangzhou FC era el símbolo del poder chino en el fútbol mundial: siete ligas locales seguidas, dos Champions de Asia y fichajes millonarios como Paulinho y Jackson Martínez por 42 millones de euros cada uno. Todo apuntaba a que sería la punta de lanza de una revolución que cambiaría el mapa del fútbol. Cinco años después, ese imperio se esfumó: tras dos temporadas en segunda división, la Asociación China de Fútbol acaba de negarle la licencia para competir en 2025. El que llegó a ser el club más poderoso de Asia, de la noche a la mañana dejó de existir.
La (re)construcción del Guangzhou Evergrande
Fundado en 1954, el club vivió décadas de discreta existencia hasta su profesionalización en 1993. Un breve destello de éxito llegó en 2007 con el título de la segunda división, pero el destino les tenía preparado un giro dramático: en 2009, un escándalo de amaño de partidos llevó al club al descenso administrativo. Esta crisis, paradójicamente, sentaría las bases para su transformación.
En 2010, el Grupo Evergrande adquirió al entonces relegado club, iniciando la transformación más radical en la historia del fútbol asiático. La estructura accionaria se consolidaría años después con Evergrande Real Estate Group controlando el 60% y el gigante del comercio electrónico Alibaba Group el 40% restante. Con una inversión masiva que respondía al sueño del presidente Xi Jinping de convertir a China en una potencia futbolística, el club se convirtió en el estandarte de una nueva era en el fútbol chino.
No era un respaldo menor: Evergrande representaba la cara más visible del milagro económico chino. El conglomerado inmobiliario más grande del país llegó a poseer terrenos suficientes para albergar a 10 millones de personas, empleaba a 200.000 trabajadores y en su apogeo llegó a representar el 2% del PBI chino. Con presencia en 280 ciudades y más de 1.300 proyectos en desarrollo, Evergrande era considerado, literalmente, demasiado grande para caer.
Tras ganar su primera Superliga china en 2011, la contratación de Marcello Lippi en 2012 marcó un punto de inflexión. El italiano, recién campeón de la Serie A con la Juventus y con un Mundial en su vitrina, llevó al equipo a su primera Champions League de Asia en 2013. Dos años después, otro campeón mundial, Luiz Felipe Scolari, repetiría la hazaña continental, consolidando al Guangzhou como el equipo más temido de Asia.
El dominio local fue abrumador: ocho títulos de la Superliga entre 2011 y 2019, estableciendo un récord que parecía inalcanzable. El modelo Guangzhou se basaba en una fórmula que combinaba estrellas internacionales con talento local. Dario Conca se convirtió en su primer gran fichaje en 2011, con un salario que lo ubicaba entre los futbolistas mejor pagados del mundo. Le siguieron Paulinho, que primero llegó del Tottenham y luego volvió cuando el club pagó 42 millones de dólares al Barcelona, y Jackson Martínez del Atlético de Madrid por una cifra similar.
Esta política de fichajes resonó en toda China. Con nuevos fondos disponibles por parte del gobierno, clubes como el Shanghai Port y el Beijing Guoan siguieron el ejemplo, desembolsando cifras astronómicas por jugadores como Oscar (60 millones) y Cedric Bakambu (40 millones). El fútbol chino se había convertido en un destino capaz de competir con las mejores ligas europeas en poder económico.
El fin de la burbuja del fútbol chino
Sin embargo esa burbuja duró poco. Al siguiente año, las propias autoridades del gobierno limitaron severamente la capacidad de gastos de los clubes, viendo que la inversión constante se hacía insostenible. A esto, se le sumó la pandemia de COVID-19 en 2020, que sacudió aún mas los cimientos del modelo. En el país donde se originó el virus, el fútbol se paralizó durante un año completo, con el impacto económico que esto significa. El regreso a puerta cerrada no solo privó a los clubes de ingresos por venta de entradas, sino que rompió el vínculo emocional con una afición que apenas comenzaba a desarrollar una cultura futbolística.
Sin embargo, el verdadero golpe llegó con la crisis del sector inmobiliario. Evergrande, que había construido su imperio con prácticas financieras agresivas y endeudamiento masivo, se encontró al borde del colapso con una deuda que superaba los 300.000 millones de dólares. La implementación de las “tres líneas rojas” por parte del gobierno chino en 2020, diseñadas para controlar el endeudamiento del sector inmobiliario, expuso la fragilidad del modelo. Estas medidas limitaban el apalancamiento de las promotoras y exigían una relación más saludable entre activos y pasivos, algo que Evergrande estaba lejos de cumplir.
La crisis se profundizó cuando salieron a la luz prácticas financieras cuestionables. Investigaciones revelaron que Evergrande había inflado sus ingresos entre 2019 y 2020, lo que llevó a sanciones por parte de las autoridades chinas. El arresto de Hui Ka Yan, fundador del grupo, en septiembre de 2023, marcó el punto de no retorno. Para el Guangzhou FC, esto significó el fin del respaldo financiero que había sostenido su dominio durante una década.
Para el Guangzhou FC, las consecuencias fueron devastadoras. El club que alguna vez pagó salarios astronómicos comenzó a perder a sus principales figuras. El descenso a la segunda división en 2022 marcó el inicio del fin, y aunque logró un tercer puesto en la temporada 2024, los problemas financieros resultaron insuperables.
Guangzhou FC: el fin de una era
El último comunicado del Guangzhou FC fue tan breve como demoledor: “los fondos recaudados no son suficientes”. Cuatro palabras para cerrar una historia de 70 años y enterrar definitivamente los sueños de grandeza del fútbol chino.
La desaparición del club más exitoso de la última década del fútbol chino plantea serias preguntas sobre el futuro del deporte en el país. El sueño de Xi Jinping de convertir a China en una potencia futbolística para 2050 parece ahora más lejano que nunca. La nueva realidad del fútbol chino apunta hacia un modelo más sostenible, con mayor énfasis en el desarrollo de talento local y menor dependencia de inversiones masivas.
El caso del Guangzhou FC quedará como un recordatorio de que el éxito deportivo construido exclusivamente sobre bases financieras puede ser tan impresionante como efímero. La caída del gigante de Cantón marca el fin definitivo de una era dorada que, como tantas burbujas económicas, terminó estallando bajo el peso de sus propias contradicciones.